Pregunta vía formulario web 14/09/2024 – Respondida el 23/09/2024
Respuestas por el Padre Carlos Núñez – Sacerdote y profesor de Teología Dogmática en Monterrey, México
La pregunta nos llega vía email – parafraseada:
“¿Qué sucedió con los clavos y la cruz tras bajar a Jesús de la cruz, y quién se los llevó?”
Abajo encontrarás contexto, detalles y respuesta a esta pregunta.
Respuesta
El Padre Carlos Núñez explica:
En la tradición cristiana, se conservan varios relatos antiguos que detallan lo sucedido con la cruz y los clavos de la crucifixión de Jesús. Según narraciones del siglo IV, especialmente las de Eusebio de Cesarea, la emperatriz Santa Elena, madre del emperador Constantino, emprendió un viaje a Jerusalén con el propósito de encontrar la verdadera Cruz de Cristo. En ese tiempo, Jerusalén había estado en manos de no cristianos, quienes no prestaban atención a los signos relacionados con Jesucristo, lo que permitió que muchos de estos objetos sagrados se perdieran o quedaran ocultos bajo escombros.
Santa Elena, ya estando Jerusalén bajo control cristiano, utilizó su influencia para llevar a cabo las investigaciones necesarias y localizar el lugar donde se encontraban las tres cruces que fueron erigidas en el Calvario el Viernes Santo. Para identificar cuál de las tres cruces era la de Cristo, el obispo de Jerusalén sometió las cruces a una prueba milagrosa: las presentó a una mujer gravemente enferma, y solo la tercera cruz logró curarla de manera inmediata. Este milagro fue tomado como la señal de que esa era la Verdadera Cruz de Cristo.
A partir de ahí, la cruz se dividió en varias partes: una fue enviada a Constantino en Roma, junto con los cinco clavos que se utilizaron en la crucifixión, mientras que otra parte permaneció en Jerusalén. Con el tiempo, la Cruz fue fragmentada en pequeñas astillas que se enviaron como reliquias a diversas iglesias en Oriente y Occidente. Los clavos también fueron enviados a Roma, y se cree que actualmente están en la Basílica de la Santa Cruz de Jerusalén, en Roma. Aunque Jerusalén fue saqueada en múltiples ocasiones, especialmente por los persas, y posteriormente recuperada por los cristianos, algunas reliquias se perdieron, pero otras lograron preservarse y son veneradas en iglesias de todo el mundo.
Contextualización
¿Quién fue Eusebio de Cesarea?
Eusebio de Cesarea, conocido como el “Padre de la Historia de la Iglesia,” fue un obispo y erudito cristiano del siglo IV. Nacido alrededor del año 260 en Cesarea Marítima, en lo que hoy es Israel, Eusebio es famoso por su obra “Historia Eclesiástica”, en la que documenta los primeros tres siglos del cristianismo. Su obra es crucial para la comprensión de cómo la fe cristiana evolucionó desde los apóstoles hasta convertirse en la religión oficial del Imperio Romano bajo Constantino. Además de ser un cronista, Eusebio fue cercano al emperador Constantino, y algunos lo consideran una figura clave para consolidar el cristianismo en el mundo romano. También es conocido por haber escrito sobre los hallazgos de reliquias, incluidas las de la Cruz, como parte de la misión de Santa Elena.
Día de la Exaltación de la Santa Cruz, celebrado el 14 de septiembre
A partir del hallazgo de la Verdadera Cruz, la Iglesia instituyó fiestas y celebraciones litúrgicas en su honor, como el Día de la Exaltación de la Santa Cruz, celebrado el 14 de septiembre. Esta fiesta no solo conmemora el descubrimiento, sino que invita a los fieles a reflexionar sobre el significado de la cruz en sus vidas diarias. Además, las reliquias de la cruz se veneran en diversas ceremonias, siendo especialmente prominentes en Semana Santa, cuando el sufrimiento y la crucifixión de Cristo se hacen presentes. Esta veneración conecta a los creyentes con los momentos más importantes de la pasión de Jesús, ofreciendo una experiencia espiritual renovada.
Reliquias en Europa y América
Dentro de la Iglesia Católica, múltiples catedrales e iglesias alrededor del mundo conservan fragmentos de la Verdadera Cruz, que fueron distribuidos desde el siglo IV. En Europa, muchas de estas reliquias se encuentran en lugares de gran renombre. La Catedral de Notre-Dame en París albergaba una de las más veneradas, mientras que la Basílica de San Pedro en Roma también posee fragmentos sagrados. En España, la Catedral de Oviedo y el Monasterio de Santo Toribio de Liébana son destinos de peregrinación por sus reliquias de la cruz. Cada uno de estos lugares ha desarrollado sus propias tradiciones devocionales en torno a las reliquias, fortaleciendo el sentido de unidad en la fe católica, ya que los fieles ven en estos fragmentos un lazo tangible con los últimos momentos de Cristo en la tierra.
En Sudamérica, aunque no es común encontrar grandes reliquias de la Verdadera Cruz como en Europa, existen algunas iglesias que albergan fragmentos reconocidos. Un ejemplo importante es la Basílica de Luján, en Argentina, donde se veneran pequeñas reliquias relacionadas con la Pasión de Cristo, incluyendo un fragmento de la Cruz. Además, en algunas iglesias y catedrales importantes de países como Perú y Brasil, se guardan reliquias menores vinculadas a los santos, aunque las reliquias de la Verdadera Cruz son más escasas en la región. Estos fragmentos son reverenciados como un símbolo de conexión con la herencia cristiana que llegó con los primeros misioneros al continente.
El papel de las reliquias en las cruzadas
Durante las Cruzadas, las reliquias de la Verdadera Cruz adquirieron una importancia estratégica y espiritual significativa. Los cruzados, al recuperar Jerusalén en 1099, consideraban estas reliquias como símbolos del favor divino en sus campañas militares. La Cruz fue llevada a batallas importantes como la Batalla de Hattin en 1187, donde su pérdida en manos de Saladino fue vista como un golpe devastador para los cruzados. Este hecho no solo tuvo repercusiones militares, sino que también reforzó la creencia en el poder protector de las reliquias. La historia de la Cruz durante las cruzadas subraya cómo las reliquias no solo eran veneradas espiritualmente, sino también usadas como herramientas de legitimidad y moral en tiempos de guerra.